FOTO de Manuel Higueras Cruz
ENTREVISTA REALIZADA POR JOSEP CAMACHO
1. ¿Cómo siente un valenciano con raíces andaluzas la semana Santa Santa Baezana?
En primer lugar, mucho pesar porque no puedo disfrutarla como a mí me gustaría, al pie del cañón y participando de mis cofradías durante todo el año. Quizás por esa razón acojo todos los años esa semana con muchísima ilusión e intento disfrutarla al máximo. La Semana Santa, amén de los sentimientos religiosos que me profesa, es una tradición que empecé a amar desde pequeño gracias a la insistencia de mis abuelos, y que como tal, guarda muchísimos recuerdos familiares, anécdotas y momentos de religiosidad popular indescriptibles. Y a pesar de vivir en Valencia, lejos de Baeza y de Ibros, las localidades que me han visto crecer como cofrade, me acuerdo siempre de mis cofradías y sueño constantemente con que sea Lunes, Miércoles y Viernes Santo.
2. ¿Qué le llevó a formar parte de una cofradía?
En realidad, desde que nací y sin ni siquiera tener consciencia de ello, mi bisabuelo me apuntó a casi todas las cofradías de Ibros, así que podría decirse que soy cofrade desde mi nacimiento. Desde pequeño siempre me llamó la atención la vistosidad de las procesiones y gracias a mis abuelos, comencé a cogerle cariño a imágenes como la del Nazareno o la Virgen de los Dolores de Ibros. Ya más mayor, y gracias a las nuevas tecnologías, descubrí el enorme mundo de la Semana Santa andaluza y me interesé mucho por el tema, hasta que sentí la necesidad espiritual de formar parte, de forma más activa, de una de las cofradías, que en mis Semana Santas en Baeza de pequeño, siempre me había entusiasmado ver en la calle: La cofradía del Descendimiento. Cuando uno va creciendo y cumpliendo años, se da cuenta de la importancia y el verdadero significado de los fines de una Cofradía, y llega un momento en la vida de un cofrade en que siente la necesidad de formar parte de ello durante todo el año, no solo acordándose de la hermandad el día de su salida procesional. La cofradía se convierte en algo más que una manifestación pública y tradicional, vistosa y folclórica. La cofradía es una manifestación pública de fe. Y eso, a día de hoy y tal y como están las cosas, es algo muy grande. Puedo decir que me siento muy afortunado de vivir la Semana Santa y la fe de esta forma.
Y después de todas estas reflexiones, llega el momento de la integración y la participación, así que estos últimos años he entrado a formar parte de las cofradías de Las Escuelas, La Columna y La Virgen del Carmen, por la gran devoción que le profeso a sus imágenes titulares.
FOTO de Manuel Higueras Cruz
3. Dentro de la Semana Santa, ¿cuál es el acto más emotivo para usted?
Si Baeza puede presumir de algo es de tener una Semana Santa preciosa, con grandes momentos maravillosos y emotivos. Personalmente, y tirando para mi casa y para mis cofradías, disfruto enormemente con la salida del Cristo de la Columna y la Virgen de las Lágrimas, y con la del Cristo del Descendimiento y mi Virgen de la Quinta Angustia. Esos momentos en los que ves asomar el paso por el dintel de la puerta y suena la corneta anunciando la marcha real, esos momentos equivalen al comienzo de un maravilloso sueño que he anhelado durante todo el año. Por esa razón, por ser la salida el primer momento que puede uno disfrutar de sus imágenes en la calle, a mí se me revuelve algo por dentro siempre que veo a mis titulares saliendo a la calle. Ilusión, cariño, devoción, emoción. Se junta todo en apenas unos minutos.
Pero si tuviera que destacar tres momentos de pura emoción, momentos de esos en que las lágrimas no se pueden contener y en los que el corazón se te encoge, de tanto sobrecogimiento o éxtasis y algarabía, destacaría los tres finales más maravillosos del mundo, tres finales que siempre me causan tristeza, porque ya se acaban, y alegría porque con el final siempre viene la esperanza de otro nuevo comienzo. Me refiero al momento en el que, vestido de nazareno y con mi cirio en alto, veo entrar desde la Capilla de San Juan a mi Cristo de la Misericordia, en la oscuridad de la iglesia, solo iluminada por los cirios del resto de nazarenos, y ante el silencio del rachear de los costaleros y el Miserere de Baeza; me refiero al momento en el que, como me gusta llamarla, mi Virgen de la Salud, mi Virgen de las Lágrimas sube por la calle Campanario de regreso a su Casa, despidiéndose de su barrio, marcha tras marcha, meciéndose con alegría y elegancia por esa gran cuesta, al son de los gritos y aplausos que su devoción arrastra; y me refiero, sobre todo, a esa estampa imponente que me dejan mi Cristo del Descendimiento y mi Virgen de la Quinta Angustia, avanzando de noche por el casco antiguo de Baeza, con elegancia y siempre de frente, al son de la desgarradora corneta. Es ese momento, en la noche del Viernes Santo, cuando al alejarse el paso por las calles estrechas de la Baeza renacentista, al ver alejarse esa cruz de espaldas, ya con las escaleras puestas, cuando este cofrade se da cuenta de que el sueño se acaba, pero que no hay final para esa muerte que se aleja, porque en tres días, al que vimos encima de una borrica el Domingo de Ramos y en una cruz el Viernes Santo, lo veremos otra vez en pie, avanzando por las calles de Baeza, lleno de vida y esperanza.
FOTO de José Carlos Martínez
4. ¿Y qué destacaría del resto de la Semana Santa baezana? ¿Qué otros actos o procesiones recomendaría?
La verdad es que es difícil no recomendarlas todas. Haciendo una rápida selección, destacaría la salida de La Borriquilla, por ser la primera cofradía que se pone en la calle; la Santa Cena en la Plaza de Santa María, La Caída en la calle Sacramento, El Rescate en Tribuna o en la Catedral, La Fervorosa en la calle del Rojo, La Vera Cruz en la Puerta de Úbeda o la Ceremonia de El Paso.
5. ¿Qué es exactamente la ceremonia de El Paso?
En la mañana del Viernes Santo, después de realizar su procesión, la cofradía de El Paso reúne en la Plaza de España a las imágenes de Jesús Nazareno, la Virgen de la Amargura, San Juan Evangelista y la Santa Mujer Verónica para rememorar el encuentro de Jesús con su Madre en la calle de la Amargura. Mediante un mecanismo, las imágenes mueven brazos, cuello y cuerpo de forma articulada y representan ese encuentro, con la ayuda de los cofrades de El Paso. Es muy impactante ver desde la lejanía acercarse a la Virgen de la Amargura moviendo los brazos y limpiándose las lágrimas con su pañuelo, el abrazo entre la Madre y San Juan, o el momento en el que la Verónica se acerca y le limpia el rostro a Jesús con su pañuelo.
6. ¿Comparte su familia su devoción?
Para nada. Excepto mis abuelos, que son muy devotos de las imágenes de Ibros, de la Virgen de los Remedios y el Nazareno, entre otros; mi familia no puede considerarse cofrade. Comparto con mi madre y mi hermano pequeño el gusto por la tradición de ver las procesiones en Semana Santa, pero ni mis padres ni mis hermanos son cofrades de pura cepa. Soy una especie de oveja descarriada del rebaño (risas).
7. ¿Qué ha llegado a hacer por devoción?
Pues cuando me enteré que hace dos años le robaron a mi Virgen de la Quinta Angustia su broche, le hice una promesa y le prometí donárselo. Finalmente, lo que le pedí tuvo Ella la gracia de concedérmelo y para la Semana Santa de 2012 le regalé un broche de plata con su nombre grabado, para agradecerle lo que había hecho por mí.
También, por devoción y para hacer penitencia, he salido de nazareno en mis cofradías de Las Escuelas y El Descendimiento.
8. ¿Qué siente al ver a su Cristo en la calle?
Mucha alegría y muchos nervios al principio, mientras espero esa ansiada salida. Nervios que luego se disipan en cuanto veo su cara asomar por la puerta, y que se convierten en lágrimas de emoción e ilusión. Tengo una especial debilidad por la imagen del Nazareno de Ibros. Creo que no me pongo tan nervioso con ninguna otra imagen Cristífera. Recuerdo como todos los años, yendo de camino a la Iglesia para verlo salir en la Madrugá, tiemblo de arriba abajo, de lo nervioso que me pone pensar que el momento se acerca. Con mi Cristo del Descendimiento me pasa algo parecido. Pero es tan imponente la imagen que se me presenta en la cruz, que más que nerviosismo es congoja y al final, una vez sale el misterio entero en la calle y veo ese cuerpo magullado en la cruz, no puedo evitar llorar.
Son sentimientos y emociones distintas, porque por ejemplo, con mi Señor de la Columna, la emoción se transforma en ilusión y alegría, pues se me contagia esa algarabía que desprende esta cofradía de barrio. Una sonrisa es lo que siempre se me escapa cuando veo al Señor del Salvador y a su Madre de las Lágrimas dando los primeros pasos por la plaza.
9. ¿Cómo ha vivido el Año de la Fe?
Pues muy intensamente, reflexionando en muchos momentos sobre mi fe y el sentido de mis creencias. Afianzándolas y disfrutando sobre todo de la Fe en la calle, como a mí me gusta, asistiendo a muchas de las Procesiones Magnas Extraordinarias que se han realizado en Andalucía para celebrar esta efeméride u otra de otro tipo, procesiones como la Magna Mariana de Granada, El Retablo de Nuestra Fe de Jaén o el Via Crucis Magno de la Fe frustrado de Sevilla y el que sí se realizó en Córdoba hace apenas unos meses.
10. ¿Cómo se está preparando para la próxima Semana Santa?
Contando los días estoy, impaciente como un niño pequeño (risas). Todavía no estamos en Cuaresma, así que prepararme no me estoy preparando. Lo que ya sí estoy haciendo es planear con mis amigos qué vamos a ver y dónde, imaginándome ya esos días y esperando y rezando para que la lluvia, por fin, nos deje disfrutar de una Semana Santa plena, de sol y calor. Ya más adelante, ya adentrada la Cuaresma, llevaré mi túnica de Las Escuelas a la tintorería, recogeré mi papeleta de sitio, acudiré al Traslado de mis titulares del Descendimiento para subirlos a su paso procesional, sacaré mis mejores galas, cargaré la cámara… y antes de que me dé cuenta, ya será Domingo de Ramos y volveré a ilusionarme como lo hacía de niño viendo las procesiones, con mi tambor de plástico y cogido del brazo de mi abuela y de mi madre, con una gran sonrisa en la cara.
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